En esta etapa de escolaridad, la confluencia de las funciones representativas y comunicativas del lenguaje presenta características particulares. A través de su función representativa, el lenguaje se convierte en un instrumento fundamental para la construcción del conocimiento y del aprendizaje. Desde su función comunicativa adquiere importancia en cuanto el alumno a través de su uso, logra una aproximación programática al discurso técnico-científico y una mayor integración social y cultural. En este sentido, el desarrollo de la competencia comunicativa significa en este ciclo facilitar al alumno el acceso a usos más formales del lenguaje.
En el ámbito escolar, el alumno debe aprender a utilizar el lenguaje fundamentalmente con una nueva función: como instrumento para acceder al conocimiento disciplinar y científico. Para ella, resulta necesario que comprenda y produzca textos orales y escritos vinculados a diferentes disciplinas.
Esta competencia demanda del alumno el desarrollo de habilidades lingüísticas, pragmáticas y textuales que hasta el momento no le resultaban totalmente necesarias y su aprendizaje requiere de una enseñanza sistemática y formal.
Desde el punto de vista del desarrollo personal, el aprendizaje de lenguas extranjeras ayuda a reflexionar sobre los procesos que generan la propia lengua, abre el espíritu hacia otras culturas, brinda cosmovisión más amplia del mundo en su diversidad. La capacidad de funcionar con otros códigos lingüísticos propicia una estructura mental más diversificada, un
pensamiento más flexible, suscita una mayor riqueza cognitiva y una mejor aplicación del propio código lingüístico.
Es indudable que el aprendizaje de una o más lenguas extranjeras contribuye a la formación integral de la persona y es un puente comunicador indiscutido que constituye una verdadera herramienta de conexión con el mundo.
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